Elegía en rojo, de Seiichi Hayashi (Gallo Nero) Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés | por Juan Jiménez García

Seiichi Hayashi | Elegía en rojo

Publicada de forma serializada en la revista Garo en 1970, Elegía en rojo es la obra más importante y conocida de Seiichi Hayashi, tal vez porque supo atrapar el aire de un tiempo, de aquella juventud. En la solapa se habla de su inspiración en nouvelle vague francesa, y no deja de tener un cierto aire de aquella, pero yo pienso que tamizado por la propia nueva ola japonesa, aquella de Nagisa Oshima, Shohei Imamura, Yoshishige Yoshida y un nutrido etcétera, que por aquel entonces todavía estaba ofreciendo más de una obra maestra y que compartía referencia, tiempo y derrotas, la derrota de una juventud agotada por aquella convulsa década de los sesenta. No es extraño en los mangas que nos llegan de Garo (a través de esa magnífica colección que sigue publicando Gallo Nero) estén atravesados por la autorreflexión. Esos protagonistas que buscan encontrar su sitio en el mundo del manga, mientras sus vidas comparten las mismas incertezas de esa búsqueda. También en Elegía en rojo encontramos esas primeras tentativas, ese vagar por los días esperando encontrar un lugar. En Seiichi Hayashi esa búsqueda se acentúa a través de un estilo tan despojado, tan minimalista (sin olvidar que el minimalismo no tiene sentido si no maximiza aquello que nos transmite, como aquí ocurre), tan limpio, tan expresivo,… No echamos nunca en falta nada, en esas atmósferas en las que los personajes son solo ellos y nada más que ellos y nada se sitúa fuera de ellos mismos. El tiempo se detiene. Escapa de una viñeta a otra. No importa lo accesorio. No hay fondos, no hay esos negros que podrían invitarnos a la tristeza, a conectar con esos estados de ánimo. Todo está atrapado desde la pureza, desde la depuración, desde ese vacío de la página en blanco del que surgen los dos amantes, y sus búsquedas: de ellos mismos y de un futuro. 

Todo ese vacío lleno de significantes se ve interrumpido por cortes bruscos que nos remiten a imágenes cinematográficas. La portada es significativa. En un fondo rojo, ella, su mirada melancólica, su sombra. Ese es el aliento que atraviesa la obra en su conjunto. El dibujante utiliza todo tipo de recursos para lograr construir su significado. Ocultar rostros, devorados por la oscuridad del negro. Borrar rasgos, viñetas que suceden inexorablemente, como su propia historia. Las palabras son escasas, porque no se cuentan mucho con ellas. Lo importante son los gestos. Lo importante es como ocupan esos espacios. Tras Elegía en rojo, está Un corazón del color de las flores del cerezo, un pequeño relato en el que el dibujante intentaba conectar con la psicología de las mujeres japonesas. De nuevo una búsqueda de la expresividad máxima a través de la alternancia de imágenes de cuerpos y naturaleza. No es Elegía en rojo, es otra cosa, pero con un mismo impulso de profundidad. 

Tal vez, en lo personal, este es uno de los mangas de Garo que más me ha llegado, entrelazado con un tiempo, esos años sesenta, que ha conformado la vida de tantos de nosotros, sin haberlos compartidos, fundamentalmente a través del cine (como tantas cosas). Hay una manera de expresar el silencio y una manera de expresar el tiempo, el tiempo que discurre, que nos lleva. Una unión indisoluble entre fondo y forma, una manera de llevarnos allí, de colocarnos cerca de sus protagonistas. La dificultad de las cosas sencillas. La calidez de las cosas pequeñas.


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